Con el miércoles de ceniza, la iglesia interrumpe el tiempo ordinario y da paso a la cuaresma que es un periodo de cuarenta días en los cuales se propicia la preparación a la pascua.
Durante estos cuarenta días, la Iglesia propone a sus fieles el ejemplo de Jesucristo nuestro Señor que se retira al desierto para mostrarnos una actitud penitencial y silenciosa en la cual, la oración es elemento indispensable.
Pero ante este tiempo de gracia que se inicia debemos preguntarnos; ¿Cuál debe ser nuestra actitud? ¿De qué manera debemos vivirlo? ¿Qué acciones tenemos que realizar para sacar buen fruto de estos días?
Son preguntas básicas pero también determinantes, porque no podemos seguir postergando las oportunidades que nos da Dios y cuaresma es una oportunidad para comenzar, para reconciliarnos, para pedir perdón de nuestros pecados, salir de la mediocridad e iniciar un proceso de conversión.
Por lo tanto es tiempo propicio para actuar. El cristiano debe tomar una actitud al respecto, para ello necesita conocer algunos elementos o aspectos que le permitan valorar y vivir plenamente la cuaresma.
En primer lugar, este es un tiempo de conversión “revístanse del hombre nuevo”, (Efesios 4, 24) esto implica un cambio de actitud desde el interior. No se trata solo de mostrar una conversión de imagen o de actos superficiales cargados de sentimientos; al contrario, nuestros actos exteriores deben emanar de ese movimiento interior que solo realiza Cristo en aquella persona que se lo permite.
¿Cómo lograr esta conversión?, sencillamente dejar paso libre en nuestro corazón para que Jesús entre y actué en nuestras vidas. “mira que estoy a tu puerta y llamo. Si me abres entrare en tu casa y cenare contigo” (Apo. 3,20).
Para que esta conversión sea posible… la escritura y los padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna que expresan la conversión con relación a sí mismo a Dios y a los demás (Catecismo Iglesia Católica, n, 1434). Sin embargo, estas expresiones no tienen mayor significado sino surgen de un corazón arrepentido y de un propósito firme de cambio.
Hoy que iniciamos la cuaresma debemos detenernos por un momento y revisar sinceramente nuestra vida, para luego tomar una decisión favorable que nos permita volver al camino de la vida, de la fe y el amor en Jesucristo. “Ojala escuchéis hoy la voz del Señor no endurezcáis vuestro corazón” (salmo 94)
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