Poseídos y liberados

Jesús en el Evangelio de este IV Domingo del Tiempo Ordinario,  se encuentra frente a un ser humano que está corrompido y ocupado por otro: un enemigo común de Dios y del hombre. En aquel individuo Jesús mira la presencia del adversario, del que divide, es decir, de aquel que impide el plan de Dios y destruye al hombre, de aquel que se ha adueñado de un hijo de Dios.

A este adversario el evangelista lo llama "espíritu inmundo". Esta es una expresión que tiene enorme resonancia en todas las páginas del Antiguo Testamento. "Inmundo", en el sentido bíblico más amplio significa todo lo que no es apto para la más mínima relación con Dios, que es "puro" y "santo". Por tanto, este espíritu representa lo que hay de opuesto a Dios en una determinada realidad o persona. Por eso es absolutamente necesario que el espíritu inmundo sea expulsado para que el hombre deje de ser un prisionero, un poseído, y pueda encontrar la armonía y la unidad que solo Dios le ofrece.

Si comprendemos entonces que el “espíritu inmundo” significa todo lo opuesto a Dios, comprenderemos, sin esfuerzo, que posiblemente nosotros podemos estar también "poseídos". Poseídos  por valores, actitudes, criterios, comportamientos, por todo tipo de cosas contrarias a la voluntad de Dios. Posiblemente estemos atados a estilos de vida que son contrarios a una vida auténticamente cristiana, es decir, a un mal estilo de ser persona y de actuar en nuestras propias circunstancias, de relacionarnos con Dios y con los demás. 

Jesús descubre esta situación de posesión y se enfrenta a ella con autoridad. El proyecto de Jesús es todo lo contrario de un hombre poseído, de un hombre dominado. Por eso el diablo se rebela contra Jesús: "¿Qué quieres de nosotros? ¿Has venido a acabar con nosotros?" Sí, Jesús ha venido a acabar con la posesión; a soltarnos de las cadenas que nos tienen atados; a desenredarnos; a liberarnos en lo más profundo de nuestro ser: “¡Cállate y sal de él! Y el espíritu inmundo salió”.

¿De qué estamos poseídos? ¿Por el orgullo, la lujuria, el consumismo, la fama, el trabajo, el poder? ¿Estamos liberados o aún hay  algún demonio que nos posee? Jesús tiene la autoridad para liberarnos, tengamos apertura a la maravillosa acción salvadora del Mesías. 


P. Geovany Rivera

1 comentarios:

NOEL dijo...

un saludo para todos mis amigos de la parroquia DIOS LES BENDIGA att: NOEL.

 
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