La Misión en la vida de la Iglesia.

¡La fe se fortalece dándola! Son las palabras con las cuales Benedicto VI cita a su predecesor Juan Pablo II con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones en donde, con ellas exhorta a los cristiano del nuevo milenio a no tener miedo de Cristo y a lanzarnos a la misión como auténticos discípulos de Él. En este sentido debemos pues, acudir con ferviente espíritu de misión hacia nuestros hermanos y hermanas, mostrarles el rostro de Dios que es Jesucristo, e invitarlos a orar ante el Señor y a implorar su ayuda (cfr. Zac. 8,21), así pregonaros de la Buena Noticia seremos capaces con ellos de correr hacia nuestros hermanos mas alejados, para llevarles el gran anuncio: ¡Hemos visto al Señor!» (Novo Millennio Ineunte, 59).

Es de especial atención recordar que la Iglesia es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo, según el plan de Dios Padre ( cfr. Ad gentes, 2), de esta manera el papa Benedicto XVI nos recuerda que esta tarea no ha perdido su urgencia; al contrario la misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse… Es por tanto que todo cristiano sin importar su estado o condición, está llamado a ser Misionero del amor de Dios para que todo pueblo y aldea conozca a Dios, alcance “creer con el corazón y alcance la santidad” (cfr. Rom. 10, 10). Ya el Señor nos ha dicho y nos invita: «Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura» (Mt. 28, 19). Esta es la Misión a la que nos llama el Señor con nuevo ardor y a la que el papa nos invita a no quedarnos tranquilos al pensar que, después de dos mil años, aún hay pueblos que no conocen a Cristo y no han escuchado aún su Mensaje de salvación.

Es por tanto, que debemos procurar con el apóstol hacer parte de nuestro ser cristianos, que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (cfr. 1 Tm. 2, 4), debe existir en cada miembro de la Iglesia un anhelo ferviente por llevar el anuncio a los más pobres. Así revelando el Evangelio de Dios o sea Jesucristo, se logre que la Iglesia faro de Evangelización llegue con su luz a los confines de la Tierra, y que cada cristiano misionero con su atentico testimonio, lleve  a cada corazón la alegría del Resucitado, y juntos con ellos exclamen:

“El cielo proclama la gloria de Dios,
El firmamento pregona la obra de sus;
Pues, a toda la tierra alcanza su pregón
Y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Salmo 18)

Sem. Teodoro Pineda

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